III. La familia es lo primero (capítulos 27 a 40)

27.- La Otra



Que el PP es un partido familiar, ¡quién podrá negarlo! Pero eso no significa que no haya pendencias ni que no armen sus pollos. ¿Quién podría negarlo, también? En el Partido Popular, que es un partido familiar, hay pendencias porque hay pendencieros y hay pollos porque hay pimpollos, y hay preferencias y preferidos, y hay pendejos, y hay pilluelos y hay primadonas y hay pintamonas y hasta hay algunos pendones, ¿por qué no iba a haberlos? Vamos, que en el Partido Popular, como en toda familia, hay de todo, peor y mucho peor.
Pero lo principal en el Partido Popular, que recuerdo, es un partido familiar, es saber que las cosas de casa se arreglan en casa, porque lavar los trapos sucios a la vista de todos y exponer las vergüenzas en público, como en corrala, no es ni democrático, ni transparente ni tiene nada que ver, es de chonis y de familias desestructuradas, de esas que tienen que ir a la asistencia social a arreglar sus rotos. Y el Partido Popular es un partido familiar, sí, pero con un pase, que si todas las familias son iguales, tampoco son lo mismo.
En el matrimonio de conveniencia de Mariano y Soraya, hubo, cómo no, una tercera, una Otra: la Cospedal. La Otra, Cospedal, es todavía la secretaria general del PP, o sea, de Rajoy. En resumen, que la Otra es la secretaria de Rajoy.
Como se ve, ésta es una historia clásica, intemporal, de siempre, un tanto trágica, a veces tragicómica, a veces esperpéntica. Pero clásica.
La historia es que Mariano, un político de elevada posición y mentalidad conservadora, tenía dos mujeres. La Una era la oficial, su única y reconocida vicepresidenta, su portavoz, su ministra de Presidencia, o sea, la señora de su Casa. Soraya, morena, fiel, entregada, es la que defendió a Rajoy en el Congreso y la que hoy lo decide todo puertas adentro del Gobierno. Ella es la única que puede hablar y firmar en nombre de Mariano. Ella, Soraya, es la legal, la constitucional, la que prometió de forma pública y solemne lealtad para con Mariano, la mujer que comparte con Mariano los secretos de alcoba del Consejo y del Estado y la que regenta a Mariano en su ausencia. Eso es así hoy, pero hubo un tiempo en que a Rajoy se la veía más con la Otra.
A la Otra, la rubia, Rajoy la tiene colocada en Génova 13, que es la dirección de la empresa de siempre de Mariano, el chiringuito que lo alimenta y lo viste desde 1990, cuando dejó su pequeño negocio familiar para entrar en el Consejo de Administración de una de las más formidables y rentables formaciones políticas de Europa: el Partido Popular.
Siendo una empresa familiar, el PP es una sociedad entre limitada y anónima, aunque más que anónima habría que decir opaca, incluso enigmática. Pero a pesar de los pesares, la empresa de Mariano Rajoy es todavía hoy la empresa mejor colocada del muy estratégico, absolutamente intervenido y nada competitivo mercado electoral español. Por lo demás, el PP es una cosa como el Club de Campo de Madrid, una concesión público/privada para disfrute de unos pocos VIPs con cargo a los presupuestos del Estado.
En el PP es donde Mariano colocó a la Otra de secretaria general. Ahí, en el PP, es donde María Dolores le llevaba sus cosas a Mariano, que a él le gusta delegar. Así que María Dolores, a la que le gusta ocuparse ella misma y no andar molestando a Mariano con los detalles, bregaba lo suyo con los otros socios de esta empresa familiar, muchos de la quinta del presidente y algunos pocos nuevos; defendía la gestión de Mariano en la empresa, que en definitiva era la suya propia; y hacía labor comercial en la compraventa del voto, del poder político y de la soberanía nacional. Pues eso, que si a Mariano le gustaba delegar a María Dolores no le gustaba menos que delegase.
Lo de Mariano con la Otra fue una historia clásica, muy propia de alguien como él, alto ejecutivo de una gran empresa con gustos convencionales y perfil tradicional. Mariano tenía a Soraya en el Congreso para institucional, vamos, para lo formal, y a María Dolores para los negocios, las cuentas corrientes y las quedadas con los viejos amigotes del trabajo.
No se puede decir que entre Mariano y María Dolores hubiera algo especial. Había una relación bien establecida, sí, pero no era amor, ni casi amistad. Tampoco era de esperar que alguien de tan frío y poco dado a dejarse llevar como Mariano que perdiese la cabeza por una rubia, aunque ella lo mereciera. Lo que unía a Mariano con María Dolores lo expresó él del modo más breve y sincero en febrero de 2013, en un momento de crisis y escándalo para la pareja. Muchos pidieron a Rajoy que abandonara entonces a su secretaria-general, pero el CEO del PP dio sus buenas razones para no hacerlo, o más bien, su razón: es la mujer que nunca me ha dicho que no.
Como es natural, Soraya y María Dolores son rivales. Algunos dicen que no se soportan, muchos que no se pueden ver, todos que son enemigas. A partir del día aquel en que la Otra se sentó en el escaño de la Una, las dos están enfrentadas y se hacen putadillas. Por ejemplo, todos recuerdan que en 2012 Cospedal fue excluida en el XV Congreso regional del PP de Madrid a pesar de ser la secretaria-general. ¡Tómate ésa! Bien pensado, es difícil entender cómo Soraya pudo lograr semejante hazaña si el PP de Madrid es coto de Esperanza Aguirre, pero que se le haya atribuido la responsabilidad a ella es todavía más significativo que de verdad la hubiese vetado en aquello. Y es que Soraya y María Dolores están no solo en las zancadillas pasilleras, sino en las afrentas imaginadas, humillaciones mucho peores que las reales porque no hay modo de resolverlas, que aunque una las perdone, no es posible que la otra se arrepienta ni consienta en repararlas.
En octubre de 2012 tuvo lugar otra sonada escaramuza de esta guerra de guerrillas y rumores. Con la prima de riesgo de nuevo a 400 puntos y ya todos relajados y sin mucho que hacer, Soraya y Cospedal se fueron al Vaticano a sólo Dios sabe qué, las dos de luto riguroso y mucha puntilla. Pero Soraya no avisó a Cospedal de los detalles de protocolo en la ocasión, que era proclamar a San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia y la Otra hizo el ridículo con una teja del tamaño del Alcázar del Toledo por el Vaticano. Uno está casi seguro de que Benedicto XVI, el pobre, ni aún con la teja desplegada reparó en la rubia María Dolores, y la curia romana está tan hecha al permanente carnaval del Vaticano que ya no hay cosa que les sorprenda, pero aquí la papanatada fue de mucha comidilla y risitas. Para que luego digan que los políticos no están a lo que importa.
Lo cierto es que no todo fueron chiquilladas. Hubo cosas importantes entre Soraya y Cospedal. Patadas donde duele, en la espinilla, que es la cartera familiar. Por ejemplo, fueron las maniobras de Soraya las que obligaron a Ignacio López del Hierro, el marido rico de Cospedal, a salirse del Consejo de Aministración de Endesa aquella primavera de 2012 y a renunciar a nosequé servicios a la pública REE, extraordinariamente bien retribuidos, por supuesto. Y el hermanito pobre de María Dolores también tuvo que renunciar a una mamandurria de la pública Fundación Carolina por una campaña de prensa atribuida a la vicepresidenta. Pero lo peor fue que, mientras los hombres de Cospedal, pobres o ricos, sufrían semejante acoso, Soraya colocaba a su Iván en Telefónica, ya que la vicepresidenta argumentó que lo suyo no era lo mismo que lo de la Otra, que Telefónica era una empresa privada.
¡Pobre María Dolores!
En lo de Telefónica demostró Soraya más puntería que Cospe, por que en la joyita de la corona del nacional-capitalismo de amiguetes es donde Mariano tiene colocada a su Viri o donde se tañe Zaplana sus bronces y donde pacen otros muchos que uno no sabe o no recuerda ahora, que tampoco puede llevar cuentas de todo y de todos. Pero es suficiente para ver que no es tejado al que tirar piedras. Y además, ¡qué leches! ¿Acaso no es Ivancillo todo un señor abogado del Estado, que es una cosa que vale para todo? Y por el otro lado, ¿qué tenemos? ¿Acaso no es Ignacio otro de esos malvados millonarios del ladrillo, por mucho que empezara de gobernador civil de Toledo, el más joven que se recuerda, con solo 29 años? ¡Pues eso, que la campaña de prensa estaba cantada!
Pero no todas las ganó Soraya. Por ejemplo con lo de Enresa y el cementerio nuclear. Aunque vetó al ex-alcalde de Cuenca, Francisco Pulido, y logró rechazar también al senador por Guadalajara, Juan Antonio de las Heras, la vicepresidenta no pudo evitar que al final el también ex-alcalde de Cuenca y vicepresidente de las Cortes castellano-manchegas, Francisco Gil-Ortega fuera elegido presidente de Enresa aquel verano de 2012. Al fin y al cabo el control de Enresa fue una promesa de Rajoy a la Otra por su apoyo a la instalación del cementerio nuclear en Castilla-La Mancha tras haberse negado cuando lo quisieron los sociatas. Y, aunque no está en el Consejo de Enresa, vuelve a sonar el nombre de Ignacio entre los millones de inversiones y adjudicaciones del cementerio ése, que todavía no han puesto una piedra y ya empiezan a descubrise agujeros imprevistos.
¿Se divertía Mariano con estas cosas, con estos rifirrafes entre la Una y la Otra? ¿Le gustaba ver como se tiraban de los pelos y luchaban en el barro sus segundas? ¿No? ¿Era una de esas cosas que lo alteran y lo vuelven loco, como él dice? ¿Acaso observaba a la Una y la Otra y comparaba con su propio proceder de prudente segundón de Aznar? ¿las ponía a prueba? En cualquier caso, Mariano lo promovía por activa o por pasiva.
Mariano tardó en abandonar a Cospedal y se entiende, que ella bien lo merecía y como el propio Mariano reconoció, nunca le dijo que no. Era la diferencia con Soraya, que no falla, pero que: le decía casi toda la verdad. He ahí la cuestión. Cospedal no le daba la tabarra a Rajoy con casi todas las verdades y sí atendía a todos sus caprichos, lo que Mariano agradecía.
A la complaciente Cospedal la han llamado la Mal Pagá y Miss Albacete y cosas por el estilo, y los rumores más barriobajeros le endilgaron líos y hasta hijo con Arenas, porque Javier tiene fama de vividor-follador y fue el que la pescó para el PP en 1996 y al poquito la mandó o se fue ella a Washington, que no se entiende bien ni una cosa ni la otra pero quedaron los rumores.
Luego Cospedal estuvo con Pimentel y con Posada y con Aparicio y con Acebes y con su mentora La-Lideresa-Aguirre y ahora está con Rajoy, y aún antes de todos éstos estuvo con la social-guerrista Matilde Fernández, nada menos, y hasta estuvo metida en la Operación Roca, con diecisiete años, por echar una mano a su padre Don Ricardo Cospedal, que había sido delegado provincial de Agricultura con UCD y entonces lo intentaba con el Partido Reformista.
Cospedal estuvo con todos y no quiso ser de ninguno porque es muy suya y siempre lo ha sido, desde muy joven. En una entrevista de diciembre de 2009 a Vanity Fair, Cospedal dijo: es bueno no ser de nadie en concreto, porque así puedes ser de todos. María Dolores de Cospedal es de todos para no ser de nadie. María Dolores es muy suya.
A Soraya, que sólo estuvo con Rajoy y no se le conocen otros, Cospedal la llamaba Ratita Presumida, que le va que ni pintado, pero que es un mote no ha cuajado tanto como los de la Otra, y es que como suele ocurrir, siendo Una y Otra tan parecidas, poderosas mujeres de Rajoy, meteóricas abogadas del Estado, capitanas del relevo generacional del PP, fueron juzgadas muy distintas y adquirieron pronto muy distinta fama.
Cospedal, o de Cospedal, como se presenta según la ocasión, es abogada del Estado como Sáenz de Santamaría, pero a ella ningún periodista le puso nunca el adjetivo brillante ni el detrabajadora ni eficiente ni ningún otro de esos adjetivos tan bien que le ponen a Soraya. Y es que María Dolores es malinterpretada. Por ejemplo, sacó su oposición con el número 25 y fue la última de su promoción, así que pasó por los pelos. Y pasó a la segunda intentona, no a la primera. Pero es que María Dolores fue la más joven de su promoción, y fue, por tanto, la más joven abogada del Estado ese año, hasta que entró en el Cuerpo la siguiente hornada de opositores. Y es que María Dolores tenía entonces veintiséis años, dos menos que Soraya. O sea, que María Dolores es más lista que Soraya, pero la prensa nunca se acuerda de decirlo. Cosas de la fama.
María Dolores es como Soraya, sólo que es más que Soraya. Es lo que es Soraya y es cosas que Soraya no es. Por ejemplo, María Dolores es interesante. Maria Dolores es mucho más en casi todo que Soraya; es más guapa, más alta, más lista, más pija, más querida, más simpática, más viva, más capaz. Pero le va peor. Tiene problemas. El problema con Cospedal es de fondo. Maria Dolores tiene mar de fondo, turbulencias, devaneos, genio. Cospedal se enfrenta a todos y se mete en líos. Y no es su intención.
Por ejemplo, aquella entrevista a Vanity Fair, aquella en la que decía que era bueno no ser de nadie, no fue bien. Empezó mal y acabó mal. Muy pronto, la Cospe espetó un tajante: a eso no contesto a David López, el entrevistador, cuando le preguntó si alguien le había puesto trabas desde que llegara a la Secretaría General del PP. ¡Eso fue falta de cintura, mujer! Cuando David dio por sí la falta de un no, e insistió cambiando ligeramente la pregunta, la Cospe le repitió: a eso tampoco contesto. ¡Hala! Cospedal como la nueva Manuel Fraga. Solo le faltó reñir al periodista. Lo cierto es que si bien Cospedal siguió contestando, el tono general de la entrevista quedó instalado en la negación y el enfrentamiento con el entrevistador y las respuestas fueron menguando hasta convertirse casi en un cuestionario test. Más le hubiera valido a Cospedal reconocer que sí, que le habían puesto trabas, que total, era lo que entendía cualquiera de su respuesta. Se hubiera ganado al periodista y la entrevista hubiera ido mejor. Pero no. Cospedal no contestó, se cerró al periodista y descontroló el mensaje. Al final, David tituló su artículo: A eso no contesto.
Lo de Vanity Fair no tuvo demasiada relevancia, pero otras declaraciones sí la tuvieron. Por ejemplo, en la Audiencia Nacional en agosto de 2013, con el juez Ruz, Cospedal mostró esa vena macarra que esconde su bonita sonrisa. En Plaza de Castilla, los preferentistas que el día anterior llamaron chorizo a Cascos y Arenas se encontraron aquella mañana con una claque de las Nuevas Generaciones toledanas enviada por Cospedal. Una contramanifa ultra, vamos. La treta, como era de esperar, no hizo sino añadir madera al fuego del escándalo Bárcenas, amplificando aún más la noticia de su declaración y poniendo en evidencia los malos modos de la secretaria-general. Y en lo importante Cospedal falló. Su declaración puso a Rajoy en entredicho. Una vez más.
Y es que en una cosa sí es peor Cospedal que Soraya. Mucho peor. Es posible que no haya peor oradora en la política española que María Dolores. No fue solo lo del despido en diferido. Uno la ha escuchado en otras ocasiones señaladas y se preguntaba si le había dado un ictus, si acababa de aprender el idioma o de olvidarlo, pero el caso es que María Dolores da sus discursos a lentos trompicones, entonando como quien no entiende lo que dice, sin sintaxis y apenas semántica.
Resulta difícil de explicar. ¿Es que no se preparaba los temas e improvisaba? Pues lo hacía fatal. Pero entonces no se entendía semejante dejadez en aquellos momentos decisivos. ¿Es que no le importaba? En lo del despido en diferido, que marcó época, tan mal lo hizo que por ahí un cronista elucubraba si no habría sido una treta para, simulando torpeza, dejar al Partido en evidencia. Pero no. Las meteduras de Cospedal no son mañas, sino todo lo contrario.
La clave del asunto la dio Carolina Pérez, que en su blog frasis analiza la voz del poder. Carolina apuntó la posibilidad de que Cospedal tomase benzodiacepinas, una droga que produce un desapego emocional respecto del ambiente y las influencias externas, es decir, un tranquilizante.
Uno de los efectos secundarios de las benzodiacepinas es la ataxia, una condición cerebral que produce descoordinación muscular. Según la foniatra Carolina, la secretaria-general del Partido Popular inspiraba de forma ruidosa y pronuncia ciertos rasgos fonéticos que son compatibles con los de la ataxia. Y nos da ejemplos: Partido BobularComité ejegutivo Nacionalgomunicación,deglaacionesen primor lugaren estes momentosralizar... Las borrosas pronunciaciones de la Cospedal se combinaban con un exceso rítmico del discurso, una entonación exagerada sobre todo en sus pausas. De este modo se resumía la contradicción del habla de Cospedal: por un lado parece ayudar al oyente a comprender su mensaje y por eso habla tan despacio, con un exceso de pausas, hipermodulando, pero por otro lado su pronunciación es imprecisa. Carolina, generosa con su saber, nos informaba en la última línea dedicada a Cospedal de otros efectos de las benzodiacepinas, a saber: los comportamientos repetitivos, llamados en psicología comportamientos de perseverancia.
El análisis de Carolina me devolvió a unas declaraciones que hizo Cospedal en noviembre de 2010 a propósito de sus juergas durante su época de opositora a la abogacía del Estado:
Era la única forma que tenía de desconectar. Vivía al límite y me impuse una disciplina de trabajo brutal, tanto que ni yo me reconocía.
¿Sigue viviendo al límite Cospedal? En abril de 2011, Vanitatis recogía más confesiones de la Otra:
He tenido que sacrificar mi vida personal desde hace mucho tiempo. Los hombres tienen una vida profesional y otra personal, y de ella dedican una tercera parte a sí mismos, otra a sus amigos y la última a la familia. En mi caso, las dos primeras las tengo eliminadas.
Y añadía:
Me cuesta muchas horas de sueño volver a dormir a casa todos los días pero creo que es una muy buena decisión. Mi mayor satisfacción es estar con mi hijo y mi marido.
Uno cree que Cospedal, mujer con ambición y disciplina para vivir al límite, está justamente ahí, en el límite. Brillante triunfadora, lista, moderna, guapa, Cospedal lo quiere todo: veranear en Guadalmina/Mabella, cortar el bacalao en Génova, estar con la familia, lucir tipazo, tener "de" en el apellido o ser María Dolores a secas según la ocasión, ser de todos y no ser de nadie, tener vida privada y mando en plaza, ir a la moda, ser moderna, marido rico, poder, amor y lujo. Cospedal es un personaje de Dinastía.
María Dolores nunca se declaró marianista como Soraya. En su carrera política siempre mantuvo una imagen propia, autónoma. Estuvo a las órdenes de muchos antes que de Mariano Rajoy. Le llegó a Mariano con su toda su vida hecha. Siendo ya número dos del Partido dijo que su posición personal no tenía por qué coincidir con la de quienes habían sido sus jefes.
Sí, Maria Dolores no es de nadie, es muy suya. Y este individualismo de la Cospedal le pone a uno en el punto de partida, en aquella entrega absoluta que confesó Mariano Rajoy cuando la mantuvo en el puesto de secretaria-general tras el patinazo mortal del despido en diferido: Cospedal es la mujer que nunca me dijo que no.
Cospedal le puede negar la respuesta a un periodista, puede negar al mundo que Bárcenas estaba en nómina del PP, puede organizar y mandar una contramanifa a Madrid para acallar a los yayoflautas de las preferentes, puede decirle al Juez Ruz que no hubo caja b en el PP ni que se cobraran sobresueldos... pero nunca le dijo que no a Mariano Rajoy. Porque Cospedal nunca se dice que no a sí misma, Cospedal nunca dice que no a una buena oportunidad.
Uno entiende que los problemas de María Dolores son, sobre todo, con María Dolores.